Protección Civil no alertó a los habitantes de Nejapa

Armando Ezequiel Erroa, de 34 años, comenzó a perderlo todo a partir de las 10 de la noche del jueves. El agua comenzó a bajar desde el volcán de San Salvador y llenó poco a poco la quebrada al lado de su vivienda hasta que el torrente provocó una vibración enorme asemejada a un temblor. Los desprendimientos de tierra siguieron a partir de ese momento. “Entre las 10 y media y las 11 sentíamos como que era un terremoto, venía todo el agua con una gran vibración, venía con todo. Como pudimos sacamos a los niños, lamentablemente a mi sobrino no lo pudimos sacar y se lo llevó la corriente… todo se nos vino abajo desde ese momento”, dice Armando.
No es una metáfora. En esta quebrada inhóspita, los estudios de suelo y riesgo dicen que nadie debería vivir y sin embargo, unas 100 familias tenían todo aquí. Llegaron poco a poco a lo largo de los años, tras deambular y recular errantes en otros sitios. De las seis viviendas que formaban el caserío de los Erroa, todas quedaron inundadas, pero dos que estaban en la orilla sencillamente desaparecieron, la corriente las arrancó de tajo. El adobe, las láminas, el bajareque, el poco cemento con el que estaban construidas no resistieron la fuerza del agua.
Unos minutos antes de que las dos casas desaparecieran, el papá de Armando, Miguel Ángel, había logrado salir corriendo de una de ellas. Dice que logró escapar gracias a la luz de un pequeño foco que acostumbró a mantener encendido durante las noches. Asustado por la tromba, quitó el pasador de la puerta y abandonó el que había sido su hogar por más de 50 años, dando saltos en zigzag, esquivando las corrientes de lodo que ya bajaban desde la calle de acceso a la comunidad. No pudo salvar nada. Su esposa Lucía Silva, de 53 años (madre de Armando), no logró salir y la arrastró el alud de lodo, piedras, palos y agua. Hasta el último momento Lucía intentó proteger al más pequeño de toda aquella familia, Víctor Mauricio, un bebé de siete meses que apareció horas después, ahogado, tres kilómetros corriente abajo. El cuerpo de Lucía apareció junto a él. Abrazaba al niño.
Claudia, otra hija de Miguel Ángel, también logró salir a tiempo pero en la carrera la hija de dos años quedó rezagada. Muy pronto el lodo cubrió a la pequeña y por un momento pareció que también desaparecería a merced de aquel torrente. Su esposo escarbó desesperadamente ahí donde habían visto a Valeria por última vez hasta que por fin sus manos dieron con ella. La sujetó como nunca antes y mientras abandonaba la casa, que cada vez se inundaba más, le fue quitando el lodo de la boca, de la nariz, de los ojos.
En esta zona del municipio de Nejapa, conocido como cantón El Chorizo, las lluvias nunca habían significado una especial amenaza, porque la quebrada, que la mayor parte del año pasa seca, solo se llenaba hasta llegar a los tres o cuatro metros de altura en tiempo de lluvia. Pero la noche del jueves la escorrentía que bajó desde el El Picacho se convirtió en un enorme caudal de unos 15 metros de ancho que venía con rocas gigantes, enormes árboles y lodo que destruía todo a su paso desde kilómetros arriba. De la pequeña y maltrecha calle de tierra que conectaba las dos orillas de la quebrada ya no queda ni rastro. Muhas casas hoy son un amasijo de ramas y piedras que esconden jirones de ropa y vestigios de electrodomésticos.
“Aquí estaba el cuarto de mi mamá, teníamos seis meses de haberlo levantado. Este radio es el que ella usaba todas las tardes, ahí pasaba escuchando alabanzas”, dice Armando, que se quiebra cuando señala el aparato con su dedo. “Ahorita siento como que todo esto es un sueño, no puedo creerlo”, dice.
Todos en la familia Erroa ahora tienen miedo del agua y cuando se les pregunta cómo sobrevivirán en lo que resta de la estación lluviosa, responden que ni han podido pensar en eso. “Esto parece un sueño”, repite Armando. Alguien le acerca un plato de comida envuelto en cartón de durapax. Come sin hambre, mientras Claudia, su hermana, juega a las escondidas. Claudia juega a esconderse porque no quiere que su hija la vea llorar.
—¡Mamá!
Claudia se limpia las lágrimas en un movimiento rápido. Adopta un semblante serio.
—¡Mamá, mamá!
—¿Qué pasa, hija? Si aquí estoy.https://www.youtube.com/embed/HCCnkizil-k
El Sistema de Protección Civil le falló a los Erroa y a todas las familias que les tocó velar y enterrar a sus muertos. Fueron nueve fallecidos; otra decena, los lesionados. Ninguna autoridad les alertó de la crecida en las quebradas y ríos en los municipios alrededores de El Picacho. El sistema está diseñado para que el Observatorio Medioambiental emita información constante sobre amenazas meteorológicas en cualquier parte del país. La Dirección General de Protección Civil toma esa información y actúa en consecuencia. Pero así como pasó en junio, durante el embate de la tormenta “Amanda” , el sistema estaba desarticulado. El Ministerio de Gobernación y la gran mayoría de las 262 alcaldías del país no tienen comunicación directa, y los coordinadores departamentales del Gobierno Central tampoco funcionan.
Este lunes 2 de noviembre, ante el creciente Huracán Eta, el gobierno anunció la activación del Sistema de Protección Civil, ese que debía haberse anticipado a la tragedia de Nejapa.
El caserío Los Angelitos II, la quebrada donde vivían los Erroa, no era un lugar habitable pero aun así nada impidió que la vida se asentara ahí, entre cañales y grandes fincas. Hay hombres y mujeres de casi 40 años que dicen que ahí nacieron. Tan grande es el arraigo de esta gente con su barranco que el alcalde de Nejapa, Adolfo Barrios, dice que tenía pláticas con empresas para reubicar a la gente pero desistió cuando todos los habitantes de El Chorizo, como se le conoce a la zona, dijeron que preferían quedarse ahí.
El día de la tragedia, sin embargo, ni el alcalde ni nadie más dio la voz de alerta por las lluvias. De haber funcionado el sistema, una notificación desde la Comisión Departamental de Protección Civil de San San Salvador lo habría alertado, con varias horas de anticipación, para sacar a la gente que habitaba a la orilla de ríos y quebradas por la entrada de una vaguada desde el noreste del país. Pero ya se sabe que eso no ocurrió.
El alcalde Barrios –quien gobierna desde mayo de 2018 bajo la bandera del FMLN- dice que comparado con el último año de la gestión presidencial de Salvador Sánchez Cerén, el actual Sistema de Protección Civil no emite avisos a través del Sistema de Alerta Temprana (SAT). “Es casi nula la coordinación con la Dirección General de Protección Civil. La ley mandata a que coordinemos acciones pero por poner un ejemplo, a las 6 de la mañana del viernes, el ministro Durán me dijo que no tenía nada que hablar conmigo, que yo era el culpable de las muertes”, dice el alcalde Barrios. La Ley de Protección Civil, Prevención y Mitigación de Desastres data del 2005 y obliga al Ejecutivo y a los alcaldes a trabajar de la mano.
El alcalde Barrios cuenta que en la noche de aquel jueves, a las 9:45 pm, recibió llamadas en las que algunos habitantes le decían que habían perdido ganado. Entonces decidió tirar una alerta a través de Facebook pero ya era muy tarde. “Tres minutos después ocurrió todo”, dice.
El edil llegó tarde a El Chorizo, pasadas las 11 de la noche, porque creyó que la desgracia se había quedado en el casco urbano, en la Calle El Garrobo del Barrio San Antonio, donde medio centenar de casas habían quedado inundadas hasta el tope por el desborde de un río que atraviesa la ciudad.
Pasadas las 10:30 de la noche, el alcalde se enteró del alud al otro lado de la Carretera Panamericana. El alcalde dice que cuando llegó al lugar, los que se habían salvado estaban buscando a sus familiares entre los escombros. El alcalde perdió cuatro parientes ahí. “Mi familia, la Barrios, es del volcán”, dice.
“Vi al Ministro de la Defensa que llegó como a las 12 pero no pude ni saludarlo por las labores. Ellos trajeron maquinaria y personal y comenzaron a trabajar”, agrega.
Barrios ganó notoriedad nacional cuando una cámara de celular lo grabó en el momento en que, como máxima autoridad del sistema a nivel local, pretendía dirigirse al ministro Mario Durán como jefe máximo de Protección Civil, el viernes a primera hora. Barrios esperó a que Durán terminara de hablar a través de un megáfono y al segundo siguiente alzó su voz para preguntar: “Señor Ministro, qué procede ahora…”, preguntó Barrios, quien ni siquiera pudo terminar la frase porque el Director de la PNC Mauricio Arriaza Chicas se colocó en frente y se lo impidió. “Alcalde, respete a la autoridad”, le dijo Chicas. “Yo también soy autoridad, y usted está en mi territorio. Soy presidente de la Comisión Municipal de Protección Civil”, le replicó el alcalde. El director Arriaza lo amenazó con tomar medidas si no acataba y el alcalde, quien para ese momento ya estaba rodeado de otros policías, aún tuvo arrojo para responder “¿Cómo cuáles medidas?” Arriaza no contestó y otro policía, el comisionado Douglas García Funes, se encaró con el alcalde pero el video no muestra el desenlace.
“Chasquearon los fusiles, los pusieron en recámara, creo que de una manera muy intimidante. La respuesta fue ignorarme”, dice el alcalde. La escena ocurrió a unos metros de la zona cero, en un escampado donde los cuerpos de socorro habían colocado puestos de descanso pero que también era el lugar donde los funcionarios permanecían sentados, bajo sombra, acompañados de sus asistentes, revisando sus celulares. Ahí, cada cierto tiempo, los funcionarios brindaron conferencias y declaraciones. El alcalde Barrios dio una conferencia de prensa por aparte, el viernes a las 10 de la mañana en el centro de la ciudad.
Alcaldía y Gobierno no se coordinaron. La municipalidad llevó a las familias damnificadas al albergue que han ocupado para otras ocasiones, un centro escolar de la zona, pero el mismo viernes Gobernación dijo que el albergue no reunía condiciones y trasladó a la gente a un instituto educativo de la zona, donde también el Gobierno había almacenando los paquetes de alimentos en días anteriores.
El alcalde y decenas de voluntarios —incluso algunos de las alcaldías de Guazapa y Mejicanos— trabajaron en la limpieza de escombros en el casco urbano y fueron ellos los que rescataron, junto con Comandos de Salvamento y Cruz Roja, tres cadáveres de habitantes de Los Angelitos II. El ministro Durán, mientras tanto, parecía más interesado en apropiarse del tramo de la carretera que había quedado bloqueado por el alud que había bajado desde el volcán. El Ministro de Obras Públicas Romeo Herrera prometió que el mismo viernes la carretera sería habilitada pero en realidad eso ocurrió más de dos días después, el domingo por la noche.
La cantidad de lodo y escombros que se desprendió de la montaña fue equivalente, según datos del Gobierno, a lo que cabría en 74 piscinas olímpicas, unos 185,000 metros cúbicos.
Un centenar de reos en fase de confianza, enviados por la Dirección General de Centros Penales, también estuvieron concentrados en la misma zona, en las tareas de limpieza, quiza la única colaboración evidente entre la municipalidad y el Gobierno Central.
Por la tarde del viernes, como a las 5, el ministro Durán, el Ministro de Defensa René Merino Monroy y un séquito de comunicadores y asesores llegaron al casco urbano en un despliegue propio de un operativo relámpago. Después de bajarse de una camioneta Land Cruiser dorada, de vidrios polarizados, los ministros Durán y Monroy caminaron hacia el puente conocido como “Puente de La Morazán” en el Barrio San Antonio. Estuvieron alrededor de cinco minutos, rodeados de cámaras. Mientras los ministros esperaban, un soldado se regresó a los vehículos, sacó una eslinga y lo llevó a la escena. Hubo una sesión de fotos y después, los funcionarios, se retiraron. Mientras Durán caminaba a toda velocidad hacia su camioneta, una muchedumbre de ciudadanos y empleados de la alcaldía de Nejapa comenzaron a gritarles y reclamarles. “¡Dejen de hacer el show, dejen de hablar mierdas!”, gritaba una señora. “Dejen de jugar con el luto de la gente!”, gritaba otro joven voluntario. La caravana abandonó y el ministro Durán volvió a la carretera, en la zona cero, donde el Canal 10 del Gobierno había instalado un set de televisión. “Como Protección Civil estamos haciendo un trabajo articulado con todas las instituciones, aquí hay más de mil personas desplegadas, vamos a hacer todo lo que esté al alcance para recuperar a la persona que sigue desaparecida”, dijo Durán, durante un enlace televisivo.
Ahora la Policía y la Fiscalía investigan si alguna acción humana pudo incidir en el desprendimiento de tierra. Un video en redes sociales muestra a uno de los miembros de la familia Erroa mientras dice que los dueños de una finca aledaña hicieron un botadero de tierra justo en el caudal de la quebrada y que eso había provocado el desastre. El viernes, policías y fiscales de las unidades medioambientales recorrieron la quebrada. El Faro estaba ahí cuando confirmaron que en realidad el desprendimiento de rocas y árboles ocurrió un par de kilómetros más arriba.
Las lluvias agarraron al Gobierno salvadoreño con la guardia baja. En la mañana de la tragedia, el ministro Mario Durán estaba a más de 150 kilómetros de la capital reunido con pescadores artesanales, haciendo lo mismo a lo que se ha dedicado en las últimas semanas: repartir cajas de alimentos a vendedores informales, veteranos de guerra, sindicalistas… todos han recibido paquetes de alimentos del Ministerio de Agricultura cuya compra está siendo investigada por la Corte de Cuentas. Por esa y otras actividades como haber anunciado su candidatura para la Alcaldía de San Salvador en un evento oficial del Ministerio, el Tribunal Supremo Electoral le ha habierto un proceso sancionatorio por posible campaña adelantada. Durán es de los rostros más relevantes del partido del presidente Nayib Bukele Nuevas Ideas y es uno de sus funcionarios más cercanos.
Aquella mañana, el Observatorio Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente también estaba distraído. El Observatorio indicaba la entrada de una vaguada al país, pero también decía que las lluvias más fuertes ese día ocurrirían en el oriente del país, a decenas de kilómetros de Nejapa. Los boletines señalaban que en San Miguel había una probabilidad de entre el 60 % y 80 % de deslaves por la acumulación de agua en la tierra. Pero para la zona central del país, en los alrededores del Boquerón y El Picacho, no hubo ni una advertencia especial. Había, según el Observatorio, entre un 30 % y 60 % de probabilidad de que hubiera crecidas de ríos y quebradas e inundaciones en zonas urbanas. Nada más.
Por eso, Medio Ambiente decía en su pronóstico que para los alrededores del volcán de San Salvador, donde está una de las estaciones de medición de lluvia, la situación solo ameritaba “vigilancia”, que es la primera de las cuatro acciones posibles cuando se hace un pronóstico.
Fue hasta las 9:41 de la noche, cuando la quebrada de los Erroa ya estaba llena, que el Ministerio de Medio Ambiente alertó sobre “tormentas moderadas en Cabañas” y “tormenta de débil a moderada en Quezaltepeque y alrededores”. Media hora más tarde, cuando los Erroa ya el agua lo tenían hasta las rodillas, la estación metereológica que mide lluvia en El Picacho reportaba un aguacero: 57 milímetros, es decir, unos 57 litros de agua por cada metro cuadrado, en apenas unas horas. A lo largo de la semana, la estación de El Picacho había estado seca.
A las 11:31 de la noche, cuando ya había fallecidos y viviendas desaparecidas, el Observatorio informó de más lluvia en El Picacho, 64 milímetros. Y 23 minutos más tarde, a las 11:54, otro tuit, por primera vez, reconociendo deslizamientos y flujo de escombros “en el Cerro El Picacho, Boquerón y municipios aledaños”.
Con esa información meteorológica, la Dirección de Protección Civil debió haber emitido alertas tempranas. Pero no hubo nada. La Dirección de Protección Civil tardó unas horas más en informar que Nejapa estaba en alerta máxima. A las 00:38 de la madrugada del viernes 30, es decir, dos horas después de que los Erroa ya supieran de la muerte de tres de sus parientes, Protección Civil solo emitió un comunicado avisando de inundaciones en el centro de Nejapa y del paso restringido en la carretera San Salvador Quezaltepeque.
El alcalde Barrios resiente que la comunicación entre la Comisión Municipal de Protección Civil que él preside y la Comisión Nacional que dirige Durán no existe. Los ambiguos mensajes que emitió el Observatorio Ambiental aquella mañana de jueves en realidad no alarmaron a nadie. La cabeza del sistema de Protección Civil en el municipio, el alcalde Barrios, estaba ciego, sin información alguna para tomar las mejores decisiones.
Según la ley, el Director General de Protección Civil es el encargado de emitir alertas verde, amarilla, naranja o roja según lo advierta el Ministerio de Medio Ambiente a través de su monitoreo de riesgo. Pero la cuenta de Twitter Protección Civil tampoco avisó de nada. Fue hasta la 1:36 de la mañana, que Protección Civil emitió información relacionada a la tragedia. “Nuestros equipos junto a Policía, Cruz Roja, Cruz Verde, Comandos de Salvamento, y habitantes del lugar, se encuentran realizando tareas de búsqueda en la zona afectada por el deslizamiento de tierra y escombros”, decía un tuit. No hubo ni una sola mención a la alcaldía ni a la Comisión Municipal del Sistema, la que según la ley es la que se encarga de coordinar todos los esfuerzos en la localidad.
Para colmo, la primera alerta que emitió Protección Civil fue la alerta roja, pero lo hizo hasta el mediodía del viernes 30, unas 14 horas después del desastre.
El viernes 30 al mediodía, El Faro intentó obtener una explicación del Ministro de Medio Ambiente, Fernando López, mientras estaba de pie bajo uno de los toldos donde brindan conferencias. Este periódico quería preguntar por qué el Ministerio no había entregado información útil a la alcaldía de Nejapa sobre las lluvias que iban a caer sobre el municipio. Pero el ministro no quiso atender a este periódico. Sus guardaespaldas dijeron que el ministro no estaba brindando declaraciones. Una asistente de López se comprometió a enviar una respuesta que no llegó.
En junio, con el embate de la tormenta Amanda, ni la Dirección General de Protección Civil ni el Ministerio de Gobernación emitieron alerta alguna ni tampoco activaron las coordinaciones con las alcaldías del país. La tormenta agarró desprevenidas a las autoridades, que en aquel momento decían estar enfocadas en contrarrestar las infecciones por el coronavirus. Cuatro meses después, con el número de contagios por covid a raya pero en la antesala de las elecciones de febrero, las lluvias volvieron a sorprender.
Publicado originalmente: https://elfaro.net/es/202011/el_salvador/24959/Protecci%C3%B3n-Civil-no-alert%C3%B3-a-los-habitantes-de-Nejapa.htm