Las medidas ilógicas del Gobierno

Todos, sin importar nuestra condición, hemos aceptado la necesidad de realizar ciertos sacrificios muy duros en aras de contribuir con el combate de la pandemia que nos aflige. Sin duda alguna, quienes más han debido realizar esfuerzos de resistencia han sido los comercios.
Cuando aceptamos las medidas impuestas por el Gobierno y el Ministerio de Salud lo hacemos bajo el entendido de que estas son razonables, que tienen un justificación y que efectivamente contribuyen a la reducción de contagios. Evidentemente, si este no fuera el caso, nadie está dispuesto a aguantar un sacrificio por una medida que sea considerada caprichosa y arbitraria.
Desgraciadamente, producto de las medidas anunciadas por el Gobierno recientemente, parece que hemos entrado en el peligroso terreno de la improvisación y la arbitrariedad.
Uno de los ejemplos más dramáticos lo vimos con el justo reclamo del alcalde de un cantón costero porque el Poder Ejecutivo calificó el municipio de color naranja sin mayor sentido. Las autoridades revirtieron su decisión, pero en el proceso dejaron abierta la puerta para una lluvia de interrogantes sobre la pertinencia y el carácter técnico de las medidas impuestas.
Una de esas medidas antojadizas y contrarias al sentido común es la de prohibir en los supermercados la venta de artículos que no sean alimentos o bienes de primera necesidad. Por ejemplo ¿cuál es el objetivo de impedir que un supermercado pueda vender revistas?
Este tipo de establecimientos ya están abiertos, ya reciben a la gente, ya han tomado las medidas para que entre un número limitado de personas a la vez. Si ya la persona entró al establecimiento, ¿qué más da que además de comprar el café, el arroz, los tomates y la leche, además compre unos calcetines o una novela?
Alguien podrá decir: “si se compra un libro en un supermercado entonces deberían permitir que abran las librerías”. A ese argumento peregrino habría que responder: “en caso de que la librería se dedique también a la venta de alimentos y artículos de limpieza podría autorizarse su apertura, de lo contrario no.”
Hay que usar el sentido común. En tanto estemos en ese terreno y que las medidas de cierre mandadas por el Gobierno sean técnicamente justificadas, la gente seguirá aceptándolas. No estamos ahí. Da la impresión que la desesperación se ha apoderado de los altos mandos del Ejecutivo. Eso o se está haciendo caso a una serie de intereses particulares de personas que buscan un beneficio concreto, haya o no pandemia.
Sea cual sea el caso, dejen a los supermercados vender todo lo que ofrecen, siempre que cumplan con las medidas de seguridad necesarias, especialmente en cuando al aforo y la distancia.